La ciudad de Barcelona
también se encuentra emborrascada.
La incursión del aplicativo Uber y Smart City
¿Qué
es la CNT?
Fundada
en 1910 en Barcelona, a partir de la unión de las sociedades obreras no
vinculadas a las corrientes socialdemócratas, la CNT sigue fiel a los
principios anarcosindicalistas, y es la única heredera en el Estado
español del espíritu de la Primera Internacional.
La
CNT es, hoy por hoy, el único sindicato en el Estado español totalmente
independiente de directrices políticas, en el que los que deciden son los
trabajadores afiliados y no un comité de profesionales del sindicalismo,
renunciando a la financiación del Estado y la Patronal para mantener su
independencia económica, y que no deja las negociaciones en manos de
intermediarios.
Hoy, día 11 de junio, es el día señalado para una huelga masiva de taxis a nivel europeo. Una protesta que amenaza con colapsar ciudades enteras, que generará muchísimas molestias a los usuarios, y que constituye la primera de muchas acciones anunciadas por un colectivo, el de los taxis, que no lo va a tener nada fácil en su lucha contra los nuevos entrantes.
Pero
sobre todo, la huelga supone el inicio de una constatación clara: una vez más,
como en otros casos de disrupción, la industria que sufre el impacto de la
misma reacciona sin saber exactamente a qué se enfrenta. Y por tanto, lo hace
mal. Del estudio de casos anteriores de disrupción tecnológica podemos deducir
muchas cosas: que habrá huelgas y protestas, que es posible que haya incluso
violencia, que veremos intentos de modificar la ley y presiones a los políticos
para que lo hagan, y que los errores cometidos por las víctimas del proceso
llevarán a que los usuarios se pongan inequívocamente del lado de los nuevos
entrantes.
Lo peor
que se puede hacer cuando se reacciona a una amenaza es hacerlo sin estudiar
muy cuidadosamente a tu enemigo. Si preguntas al taxista medio o lees las
declaraciones que han hecho a los medios, encontrarás todo un cúmulo de
desinformación. Primero, una clara falta de identificación del enemigo: hablan
de Uber, y lo mezclan con servicios que nada tienen que ver, completamente
diferentes, como BlaBlaCar y otros. No solo no saben contra quién se enfrentan,
sino que, mucho peor aún, desconocen completamente el tipo de servicio que
ofrece. Cegados por una reacción prácticamente visceral, cometen el peor error que
se puede cometer en estos casos: no pararse a pensar qué lleva a que Uber tenga
un crecimiento tan agresivo y sea capaz de atraer a tantos usuarios.
Escuchemos
a los taxistas: se quejan de que “el servicio de Uber es cutre, los conductores
y los coches no pasan controles, y por tanto estarán hechos un desastre,
sucios, y serán inseguros”. Además, siempre según los taxistas, “Uber genera
dinero negro”, “no están asegurados”… vamos, que quien solicite y se suba a un
vehículo de Uber, según ellos, viajará en un vehículo peligroso, con un
conductor que sin duda será un delincuente, que defraudará a Hacienda, que no
tendrá puntos en el carnet si es que lo tiene, y que sin duda circulará sin
seguro.
Pero
vamos a ver… un poco de sentido común: ¿de verdad alguien en su sano juicio
piensa que si las cosas fueran así, algún usuario solicitaría los servicios de
Uber???? Pues vaya por dios, no me lo explico: los servicios de Uber no solo
están siendo solicitados por muchos usuarios y con un crecimiento
impresionante, sino que además mantienen un alto índice de recurrencia… quien
lo usa, repite. O todo eso que cuentan los taxistas no es cierto, o realmente
los de Uber disimulan muy bien. No, esas “historias de terror” infundadas
no ayudan. ¿Dinero negro? Eso no soporta un mínimo análisis: cuando un
conductor de Uber realiza un servicio, el cliente lo paga en la app,
y eso genera un registro que la empresa, obviamente, declara en sus cuentas. El
conductor podrá intentar defraudar a Hacienda si quiere, pero no será porque la
empresa se lo ponga fácil o lo incentive.
Vamos a
poner las cosas en su sitio: es muy posible que el negocio de Uber deba ser
regulado. Que los taxistas tengan razón en algunas de sus protestas, que no sea
adecuado tener a una industria machacada con impuestos y requisitos, y luego
permitir que un servicio claramente competitivo opere en un entorno
sensiblemente más desregulado. Si fuera taxista, seguramente estaría muy
enfadado, como es natural: pagar una licencia que cuesta más que algunos pisos,
tener que instalar taxímetros, impresoras y capillas homologadas y con precios
inflados hasta el límite de lo demencial, y estar sometidos a infinidad de
restricciones para que luego venga otro y se los salte no debe sentar nada,
pero nada bien. Supone una amenaza directa al modo de vida de un colectivo muy
amplio, muy vulnerable y muy mal representado. Pero la manera de luchar contra
esa amenaza no es como se está haciendo. La forma de reaccionar ante la
disrupción no es repitiendo los errores cometidos por otras industrias.
Primero,
conozcamos al enemigo: Uber no es un servicio cutre, con conductores sucios,
delincuentes, no asegurados o que defraudan al fisco. He utilizado Uber en
varias ocasiones, y siempre me he encontrado un servicio impecable. De hecho,
con un posicionamiento sensiblemente más elevado que el taxi convencional. Como
cliente, Uber me ha eliminado incertidumbre, ha resultado infinitamente más
previsible, muchísimo más conveniente y sencillo a la hora de solicitarlo y
pagarlo, y casi más parecido a lo que pido a una limusina que a lo que espero
de un taxi. Puedo asegurar que si tuviese alguna sospecha de que me iba a
encontrar con un conductor peligroso, no asegurado, mal encarado, conduciendo
un vehículo sucio o maloliente, o con la sospecha de que opera con dinero
negro, no habría utilizado Uber: tal vez haya quien no le importen esas cosas,
pero a mí sí.
Uber,
por tanto, está muy lejos de ser un servicio “barato” o “cutre” que ataca al
mercado por su segmento bajo. Por mucho que la compañía haya escogido entrar en
España con Uber X, que es efectivamente su segmento más barato, el servicio
icónico que de verdad la representa es Uber Black, e incluso tienen por encima
de ese un Uber SUV y un Uber Lux, además de un Uber Taxi que opera con taxistas
licenciados. La impresión que se llevan la mayoría de clientes, repito, no es
la de estar contratando un “sustituto barato” de un taxi, sino todo lo
contrario: que el taxi es “la opción cutre”, y ellos son “unos señores” porque
van en Uber. Diferencial, por el segmento alto. Y eres taxista y no te lo
crees, no te limites a insultarme en Twitter o en los comentarios como ya han
hecho algunos (eso de insultar es también muy típico de las industrias
sometidas a disrupción)… pruébalo tú mismo. Vete a una ciudad en la que Uber
ofrezca sus servicios, solicita uno, y ponlo a prueba. Es exactamente lo mismo
que en el año 1999 recomendé a varios directivos de la industria discográfica –
que por supuesto, no me hicieron ni caso: empezad a utilizar Napster y no dejéis
de usarlo hasta que hayáis entendido perfectamente su propuesta de valor y lo
que lleva a que el usuario lo use.
La
huelga es una medida que genera incomodidad y contratiempos a los usuarios:
precisamente lo contrario de lo que hay que hacer. La reacción adecuada sería,
una vez analizadas y entendidas las razones por las que los usuarios escogen
Uber, tratar de igualar su propuesta de valor. Mejorar aquellas cosas de los
taxis que no gustan a sus usuarios, que, sin ánimo de generalizar ni de
insultar a nadie, son unas cuantas. Junto con taxistas encantadores, me he
encontrado especímenes al volante en ocasiones que no me querría encontrar en
ningún callejón oscuro, y eso, sin embargo, nunca me ha pasado con Uber.
Mientras eso no se entienda, los taxistas seguirán dando palos en la dirección
equivocada. Y peor, en la cabeza equivocada, sea la de los usuarios o la mía.
Las discográficas se dedicaron, en plena antología del disparate, a insultar y
perseguir a sus clientes, como si insultándolos o persiguiéndolos fuesen a
comprarles más. Los taxistas ya están empezando por fastidiarlos colapsando la
ciudad y no dándoles servicio, como si al hacerlo fuesen a conseguir caerles
mejor o que les prefiriesen a ellos frente a Uber. Igual de absurdo. No, los
usuarios no son tu enemigo ni pueden serlo (y de paso… yo, que solo soy un
analista, tampoco!) De hecho, como ocurrió con las protestas de la industria
discográfica contra Napster, la huelga de hoy sirve para que más clientes
conozcan y quieran probar Uber. Y si no, al tiempo…
Si eres
taxista y no lo has hecho, lee y analiza los artículos anteriores escritos en esta página sobre
Uber. Y no te quedes ahí: lee más. Intenta entender los parámetros económicos del negocio. Consulta experiencias de
usuarios. No leas solo las malas, que lógicamente hay algunas: céntrate en las
buenas. Ponte en el lugar del cliente, y trata de entender por qué diablos
prefiere llamar a Uber frente a “tomar un taxi de los de toda la vida”. Y sobre
todo, ¿por qué diablos repite, vuelve a llamarlo, y hasta lo recomienda a sus
amigos? Descarta la crítica fácil, los argumentos ramplones y simples, las
ideas absurdas o que no soportan un análisis mínimamente riguroso. Eso es lo
que realmente hay que entender: las razones de un éxito indudable que está
llevando a que un número creciente de clientes prefieran Uber a los taxis
tradicionales. Entender, en último término, qué factores han llevado a Uber a
tener una valoración de casi veinte
mil millones de dólares extrapolando
lo obtenido en su última ronda de financiación – valoración que, en cualquier caso, no digo que me crea.
Luchar
contra la disrupción es muy, muy difícil. Pero la primera cuestión importante
es entender a qué te enfrentas. Si no es así… mal vamos.
ACTUALIZACIÓN:
entrada comentada por Adolfo Plasencia en El Mundo, “El efecto Uber”
(pdf); por La Vanguardia, “Uber, la aplicación que
irrita al taxi” (pdf); por El Periódico, “El boom del consumo
colaborativo pone en jaque las leyes europeas” (pdf); por La
Razón, “¿Luchar o amoldarse?” (pdf); y por El
Confidencial, “La huelga de taxistas dispara
las descargas de la ‘app’ de Uber“
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